Martes 19 de Marzo / 2019
2 TIMOTEO 4
"Predica la palabra; persiste en hacerlo, sea o no oportuno; corrige, reprende y anima con mucha paciencia, sin dejar de enseñar"; (v.2)
Como instrumentos de Dios, a quien le sea encargado el ministerio de la palabra ocúpese de predicarla, entendido en la verdad, corrija, reprenda, anime, sin que sea una carga emocional para él, no todos aprenden de la misma forma o al mismo tiempo.
Las escrituras son un espejo que refleja al alma del hombre en su decadencia; al descubrir la mentira sus ojos son abiertos y la verdad halla cabida. La sana doctrina debe ser confrontadora, retadora, que libere y penetre hasta lo más hondo, escudriñe los pensamientos y deseos ocultos.
Cuando vamos en pos de nuestros deseos, dejamos de escuchar al Espíritu, por ende, somos presa fácil de la mentira y el engaño. La prudencia es camino de la sabiduría, refrenar la lengua, ser diligente, llevar el mensaje de verdad encomendado.
Quien obra conforme a la voluntad divina no espera el favor de los hombres, ni reconocimiento; enfrenta batallas consigo mismo, sujeta su naturaleza carnal a la divina, soporta sufrimiento mientras se desapega de las cosas que tuvo. Busca ser corredor preparado para la carrera, su esperanza está puesta en la corona de justicia que Cristo nos concedió.
Hay quienes se oponen tenazmente al mensaje; símbolo de endurecimiento de su corazón, quien rechaza el evangelio se opone a Dios mismo.
La familia de fe seguirá expandiéndose por el mundo, el evangelio seguirá llegando a miles de personas que, con firme convicción, sirvan a Dios; todos nosotros en Cristo somos una familia, un solo cuerpo que es luz en medio de la oscuridad, sirviendo, amando y glorificando al Padre
"No anhelemos el glamour del servicio en la iglesia, confrontemos la mentira, prediquemos la palabra y enseñemos, no importe lo que esto conlleve."
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