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Lecturas del 23 - 27 de Agosto

Foto del escritor: Tierra DeseableTierra Deseable


LUNES 23 DE AGOSTO


SEIS SIGNIFICADOS DE ESTAR EN CRISTO

• 2 Timoteo 1: 9 •




Estar «en Cristo Jesús» es una realidad extraordinaria. El significa- do de estar en Cristo nos deja sin aliento. Unidos a Cristo. Atados a Cristo. Si estamos «en Cristo», veamos lo que esto significa para nosotros:

  1. En Cristo Jesús recibimos gracia antes de que el mundo fuera creado, como lo expresa 2 Timoteo 1:9: la gracia «nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos».

  2. En Cristo Jesús fuimos es- cogidos por Dios antes de la creación, como lo dice Efesios 1:4: «[Dios] nos escogió en Él [Cristo] antes de la fundación del mundo».

  3. En Cristo Jesús somos amados por Dios con un amor inseparable. Romanos 8:38-39 dice: «Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos

podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro».

  1. En Cristo Jesús fuimos redimidos y todos nuestros pecados fueron perdonados, como muestra Efesios 1:7: «En Él [Cristo] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados».

  2. En Cristo Jesús fuimos justificados delante de Dios y la justicia de Dios en Cristo nos fue conferida. Así lo expresa 2 Corintios 5:21: «Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él».

  3. En Cristo Jesús fuimos convertidos en una nueva creación y en un hijo de Dios, como dice 2 Corintios 5:17: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas». Lo mismo expresa Gálatas 3:26: «Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús».



 

MARTES 24 DE AGOSTO


JESÚS GUARDA A SUS OVEJAS

• Lucas 22: 31-32 •


Aunque Pedro pecó de una manera lamentable, la oración de Jesús lo guardó de la ruina total. Lloró amargamente y fue restaurado al gozo y a la audacia de Pentecostés. Así es como Jesús está intercediendo por nosotros hoy para que nuestra fe no falle (Romanos 8:34).

Jesús prometió que sus ovejas serían preservadas y nunca perecerían: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen; y yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano» (Juan 10:27-28).

La razón es que Dios obrará para preservar la fe de sus ovejas. «El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Filipenses 1:6).

No estamos solos en la batalla de la fe. «Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito» (Filipenses 2:13).

Tenemos la seguridad de la Palabra de Dios de que, si somos sus hijos, él nos hará «aptos en toda obra buena para hacer su voluntad, obrando Él en nosotros lo que es agradable delante de él mediante Jesucristo» (Hebreos 13:21).

Nuestra resistencia en la fe y en el gozo está finalmente, y de manera decisiva, en las manos de Dios. Sí, debemos pelear. Pero esta misma pelea es lo que Dios «obra en nosotros». Él ciertamente lo hará, ya que «a los que justificó, a ésos también glorificó» (Romanos 8:30).

Él no perderá a ninguno de los que ha traído a la fe y la justificación.



 

MIÉRCOLES 25 DE AGOSTO


QUÉ SIGNIFICA AMAR EL DINERO

• 1 Timoteo 6: 10 •


¿Qué quiso decir Pablo cuando escribió esto? No pudo haberse referido a que el dinero siempre está en nuestra mente cuando pecamos. Cometemos muchos pecados sin estar pensando en el dinero.

Mi interpretación es la siguiente: él se refería a que todos los males del mundo vienen de un cierto tipo de corazón, específicamente, el tipo de corazón que ama el dinero. Ahora bien, ¿qué significa amar el dinero? No es admirar el papel color verde o las monedas de cobre o los siclos de plata. Para entender qué significa amar el dinero, debemos preguntarnos: ¿qué es el dinero? Yo respondería esa pregunta así: el dinero es simplemente un símbolo que representa recursos humanos. El dinero representa lo que podemos conseguir de los hombres y no de Dios.

Dios trabaja con la moneda de la gracia, no con el dinero: «Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed» (Isaías 55:1). El dinero es la moneda de recursos

humanos. Por lo tanto, el corazón que ama el dinero es el que pone sus esperanzas y pone su confianza en lo que los recursos humanos pueden ofrecer, y persigue sus placeres. Así que el amor al dinero es prácticamente lo mismo que poner la fe en el dinero, es decir, tener la convicción (confianza, esperanza, seguridad) de que el dinero suplirá nuestras necesidades y nos hará felices.

El amor al dinero es la alternativa a la fe en la gracia venidera de Dios. El amor al dinero es la fe en los recursos humanos venideros. Por lo tanto, el amor al dinero, o la confianza en el dinero, es la otra cara de la incredulidad en las promesas de Dios. Jesús dijo en Mateo 6:24: «Nadie puede servir a dos señores... No podéis servir a Dios y a las riquezas».

No podemos confiar en Dios y en el dinero al mismo tiempo. Creer en uno es desconfiar del otro. El corazón que ama el dinero —que apuesta su felicidad al dinero— no está apostando a la gracia venidera de Dios para su satisfacción.



 

JUEVES 26 DE AGOSTO


MISERICORDIA PARA EL DÍA DE HOY

• Lamentaciones 3: 22-23 •



Las bondades de Dios son nuevas cada mañana porque cada día hay misericordia suficiente solo para ese día.

Esta es la razón por la cual tendemos a desesperarnos pensando que quizá tengamos que sobrellevar las cargas de mañana con los recursos del día de hoy. Dios quiere que sepamos que esto no sucederá. La misericordia de hoy es para los problemas de hoy. La misericordia de mañana es para los problemas de mañana.

A veces nos preguntamos si contaremos con la misericordia para mantenernos en pie en medio de terribles pruebas. La respuesta es sí, nos será dada. Pedro dice: «Si sois vituperados por el nombre de Cristo, dichosos sois, pues el Espíritu de gloria y de Dios reposa sobre vosotros» (1 Pedro 4:14). Cuando las adversidades llegan, el Espíritu de gloria viene. Es lo que sucedió con Esteban en el momento en que fue apedreado. Lo mismo nos sucederá. Cuando necesitemos el Espíritu y la gloria, estos estarán presentes.

Israel recibía el maná en el desierto un día a la vez. No se podía guardar para el día siguiente. Esa es la forma en que debemos depender de la misericordia de Dios. No se recibe hoy la fuerza para sobrellevar las cargas de mañana. Se recibe misericordia hoy para los problemas de hoy.

Mañana las misericordias serán nuevas. «Fiel es Dios, por medio de quien fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro» (1 Corintios 1: 9).



 

VIERNES 27 DE AGOSTO


POR QUÉ NO NOS DESANIMAMOS

• 2 Corintios 4: 16 •



Pablo ya no podía ver como antes (y los anteojos no existían). No podía escuchar como antes (y los audífonos no existían). Ya no se recuperaba de los azotes como solía hacerlo (y no había antibióticos). Su fuerza para caminar de ciudad en ciudad ya no era la misma. Veía las arrugas en su cara y cuello. Su memoria ya no era tan buena. Y él admitió que todo eso era una amenaza a su fe, gozo y valentía.

Pero no se desanimó. ¿Por qué?

No se desanimó porque su hombre interior se iba renovando. ¿Cómo? La renovación de su corazón venía de algo muy extraño: de mirar hacia algo que no podía ver.

No ponemos la mirada en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas (2 Corintios 4:18). Esa es la manera en que Pablo no se desanimaba: mirando lo que no se puede ver. ¿Qué es lo que él veía? Algunos versículos después, en 2 Corintios 5:7, él dijo: «porque por fe andamos, no por vista». Esto no significa que él saltó a la oscuridad sin tener ninguna evidencia de lo que habría allí: significa que por ahora la realidad más hermosa e importante del mundo está fuera del alcance de nuestros sentidos físicos.

«Miramos» estas cosas invisibles por medio del evangelio. Fortalecemos nuestro corazón — renovamos nuestra valentía— al fijar nuestra mirada en la verdad invisible y objetiva que hallamos en el testimonio de aquellos que vieron a Cristo cara a cara.


 
 
 

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