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Lecturas del 22 - 26 de Noviembre


LUNES 22 DE NOVIEMBRE



EL CONOCIMIENTO VERDADERO TRAE MAYOR GOZO

• Nehemías 8:12 •




El único gozo que refleja el valor de Dios y rebosa en un amor que lo glorifica es aquel que surge del verdadero conocimiento de Dios. Si ese conocimiento es limitado o distorsionado, entonces nuestro gozo será un pobre eco de la verdadera excelencia de Dios.

La experiencia que Israel vivió en Nehemías 8: 12 es un paradigma de cómo ese gozo que glorifica a Dios ocurre en el corazón. Esdras leyó la Palabra de Dios al pueblo y los levitas la explicaron. Luego, el pueblo se fue «a celebrar una gran fiesta».


Su gran gozo se debía a que habían entendido la Palabra.


Muchos de nosotros hemos sentido alguna vez nuestro corazón ardiendo de gozo en el momento en que Dios nos abría las Escrituras (Lucas 24: 32). En dos ocasiones Jesús dijo a sus discípulos que les enseñaba para que su gozo fuera completo.


Juan 15: 11 dice: «Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo».


Juan 17: 13 prosigue: «Hablo esto en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos».


Lo que la Palabra muestra principalmente es al Señor ofreciéndose a sí mismo para que lo conozcamos y nos regocijemos en Él. «El Señor se revelaba a Samuel en Silo por la palabra del Señor» (1 Samuel 3:21).


El punto es que si nuestro gozo ha de reflejar la gloria de Dios, entonces debe emanar del conocimiento verdadero de cuán glorioso es Dios. Si hemos de regocijarnos en Dios como la Palabra nos enseña, debemos tener un conocimiento verdadero de Él.




 

MARTES 23 DE NOVIEMBRE



NO SIRVAMOS A DIOS

• 2 Crónicas 16: 9 •


¿Qué está buscando Dios en el mundo? ¿Ayudantes? No. El evangelio no es un anuncio buscando mano de obra. Tampoco es ese el llamado del servicio cristiano.


Dios no está buscando personas que trabajen para él: «Porque los ojos del Señor contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él» (2 Crónicas 16: 9).


¿Qué quiere Dios de nosotros? Probablemente no lo que suponemos. Él reprende a Israel por presentarle demasiados sacrificios: «No tomaré novillo de tu casa... Porque mío es todo animal del bosque... Si yo tuviera hambre, no te lo diría a ti; porque mío es el mundo y todo lo que en él hay» (Salmos 50: 9-12).


¿Hay algo que podamos darle a Dios que no lo reduzca al nivel de beneficiario?vv

Sí. Nuestras ansiedades.


Es un mandato: «[Echad] toda vuestra ansiedad sobre Él» (1 Pedro 5: 7). Dios con mucho gusto recibirá lo que sea que le demos que demuestre nuestra dependencia y su suficiencia absoluta.

El cristianismo consiste principalmente en la convalecencia: los pacientes no sirven a los médicos; confían en que ellos les darán las recetas correctas. El Sermón del Monte es la lista de consejos de nuestro Médico, no la descripción del empleo que nuestro empleador ofrece.


Nuestra vida misma depende de que no trabajemos para Dios: «Al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda; mas al que no trabaja, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia»

(Romanos 4:4-5).


Los trabajadores no reciben regalos, reciben lo que se les debe. Si queremos recibir el regalo de la justificación, más nos vale no trabajar. Dios es quien trabaja en este asunto. Y lo que recibe como pago es la gloria de ser el benefactor de la gracia y no el beneficiario de un servicio.



 

MIÉRCOLES 24 DE NOVIEMBRE



COMPLACIDO CON SUS PRECEPTOS

• Salmos 40: 8 •


¿Cómo obra en nosotros el nuevo nacimiento para que los mandamientos de Dios se vuelvan un placer en lugar de una carga?


El apóstol Juan dice: «Esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe» (1 Juan 5: 4). En otras palabras, el nuevo nacimiento nos capacita para sobreponernos al peso que los mandamientos de Dios ejercen sobre el hombre natural al engendrar fe. Esto queda confirmado en 1 Juan 5: 1, que dice, literalmente: «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios».


La fe es la evidencia de que hemos nacido de Dios. No podemos nacer de nuevo por nuestra propia decisión de creer. Dios nos da la voluntad de creer haciéndonos nacer de nuevo. Como dice Pedro en su primera carta, Dios «nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva» (1 Pedro 1:3). Nuestra esperanza viva, o fe en la gracia venidera, es la obra de Dios en nosotros mediante el nuevo nacimiento.

Por lo tanto, cuando Juan dice que «todo lo que es nacido de Dios vence al mundo» y luego añade que «esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe», interpreto que lo que quiere decir es que Dios nos capacita, mediante el nuevo nacimiento, para vencer al mundo, es decir, para vencer a nuestra poca disposición en la carne para cumplir los mandamientos de Dios. El nuevo nacimiento produce este efecto al generar fe, lo que evidentemente implica una disposición a ser complacidos, en lugar de desalentados, por los mandamientos de Dios.


Por consiguiente, la fe es lo que vence nuestra hostilidad innata hacia Dios y su voluntad, y nos hace libres para guardar sus mandamientos y decir junto al salmista: «Me deleito en hacer tu voluntad, Dios mío» (Salmos 40: 8).



 

JUEVES 25 DE NOVIEMBRE



LO QUE SIGNIFICA AMAR A DIOS

• Salmos 63: 1-2 •


Solo Dios puede satisfacer un corazón como el de David. David era un hombre conforme al corazón de Dios mismo. Fuimos creados para ser así.

Esta es la esencia de lo que significa amar a Dios: estar satisfechos en él. ¡En Él!

Amar a Dios implica obedecer todos sus mandamientos, implica creer toda su Palabra, implica agradecerle por todos sus dones; pero la esencia del amor a Dios es deleitarse en todo lo que él es. Y es este deleite en Dios lo que glorifica su valía del modo más completo.


Todos sabemos esto tanto por intuición como por leerlo en las Escrituras. ¿Nos sentimos más halagados por el amor de aquellos que nos sirven debido a que los constriñe una responsabilidad, o por el amor de aquellos que disfrutan nuestra compañía?

Mi esposa se siente más halagada cuando le digo: «Me hace feliz pasar tiempo contigo». Mi felicidad es el eco de su excelencia. Lo mismo sucede con Dios. Él es más glorificado en nosotros cuando estamos más satisfechos en él.


Ninguno de nosotros ha alcanzado la satisfacción perfecta en Dios. A menudo me apena percibir que mi corazón está quejumbroso por haber renunciado a los placeres del mundo. Pero he probado que el Señor es bueno. Por la gracia de Dios ahora conozco la fuente del gozo eterno.


Por eso amo invertir mis días atrayendo a las personas hacia el gozo, hasta que puedan decir conmigo: «Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo» (Salmos 27:4).



 

VIERNES 26 DE NOVIEMBRE



PROBEMOS EL PLATO PRINCIPAL

• Salmos 34: 8 •



A aquellos que dicen que nunca han probado la gloria de Dios, les digo: han probado muchos de sus aperitivos.


¿Alguna vez han mirado hacia el cielo? ¿Han recibido un abrazo? ¿Se han sentado frente a un fuego cálido? ¿Han caminado por un bosque, se han sentado junto a un lago, o se han metido en una hamaca en verano? ¿Han probado su bebida favorita en un día de calor o han comido algo sabroso?


Todo deseo es un incentivo, ya sea devoto o distorsionado, para poner la mira en la gloria del cielo.


Si dicen que no han probado la gloria de Dios, yo les digo que sí han probado los aperitivos. Ahora sigamos con el plato principal.


Han visto las sombras; ahora miremos la sustancia. Han caminado bajo los cálidos rayos de luz del día; ahora levantemos la cabeza y miremos al mismo sol. Han oído los ecos de la gloria de Dios por doquier; ahora sintonicemos nuestro corazón con la melodía original.


El mejor lugar donde podemos sintonizar nuestro corazón es la cruz de Jesucristo. «Vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14).


Si queremos contemplar la muestra más concentrada de la gloria de Dios, miremos a Jesús en los Evangelios, y especialmente en la cruz. Esto nos hará enfocar la mirada, sintonizar el corazón y despertar las papilas gustativas para poder ver y oír y saborear la gloria del Dios verdadero en todas partes.


Esa es la razón para la que fuimos creados. Les suplico: no desperdicien su vida. Dios nos creó para que conozcamos su gloria. Busquémosla de todo corazón y por sobre todas las cosas.


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